Ese
instante en el que la punta de tu lengua se apoya en mi omóplato,
y de
repente tus dientes mordiendo mi espalda como si fuera tuya.
Tu boca
adueñándose de mi espalda y mi espalda que tiembla y se contorsiona, inexperta.
Tus
piernas ya no son solamente tuyas,
y
quiero recorrerlas como si fueran un río.
Ya no
existen ni los relojes, los timbres, los teléfonos.
Juntos somos un gigante.
Juntos somos un gigante.
Corina Bistritsky