viernes, 20 de junio de 2014

MATEO


"Las habladurías del mundo"
ARTAUD
Luis Alberto Spinetta

No hay muchos caminantes esta mañana. Las calles están mas bien vacías, las llena sólo el viento y las hojas amarillas, y hace un frío indecente. Pero no me molesta, no, para nada. Me gusta sentir el viento frío en la cara, me gusta que atraviese mis cachetes, mis orejas, mi garganta. 

En otoño siempre voy caminando con los ojos clavados en el cielo, allá bien arriba, en la copa de los árboles. A veces me gusta pensar que cada uno lleva un nombre, cada árbol digo, algunos hasta llevan apellido. Los altos y delgados tienen cara de Fermín o de Juan. Los regordetes son mis favoritos, con ellos tardo un poco más, tengo uno que quiero mucho y que se llama Rigoberto Blass. Hay otros que son un poco más viejos, más sabios. A esos me da por llamarlos Jacinto, o Samuel, o Sr Abraham. Quizás de esa manera los hago mas míos, no sé.

La semana pasada ví uno al que le puse Mateo. Era un arbolito bien pequeño, estaba apenas naciendo en la ribera de un río. Recuerdo verlo con esas hojitas suyas, bien claras y de tallo pintón. ¡Es un sol mi Mateo! Tengo un par de hojas suyas guardadas bajo mi almohada. Otras las tengo en mitad de una novela. Esas están un poco secas ya, pero se mantienen bellas igual, no creas que no. 

¡Tengo que pasar a verlo pronto! ¡Hace mucho que no lo veo! Un día…. ¡o dos quizás!. No quiero que piense que lo he olvidado, no, yo nunca haría eso, no podría, ¡jamás! Además quiero verle cuando retoñe, verlo con sus primeras hojitas de colores. Y si ese día amanece tan frío como este quizás me acerque y le de un abrazo. Con ambos brazos y sin vergüenza. Si, seguro que si. Seguro lo haré. Seguro cuando lo vea le de un abrazo.

jueves, 12 de junio de 2014

MI INFANCIA Y SU TRABAJO



Me encantaba estar ahí, el espacio era grande o quizás yo era muy chica, no sé bien, pero me acuerdo que me divertía mucho. Había muchos cuartos. Estaba la sala que se dividía en una especie de living amplio con muchos sillones; sillones que eran fríos, oscuros y pesados; en un cuarto mas chiquito con un solo sillón; negro, de cuero, antiguo y duro, incomodo. Por último estaba el cuartito en donde estaba el cuerpo sin vida, la materia muerta, ese cuarto tenia unos pedestales de bronce con dibujos cristianos y en la pared una cruz, ese cuarto no me gustaba. También esa sala tenia un baño y una cocinita, la cocina si me gustaba, tal vez porque era chiquita y yo sentía que estaba hecha a mi medida. 

Estaba la oficina. El patio, en donde a veces mi papá hacia asado. El cuarto de exposición de cajones, el cual me producía fascinación y terror al mismo tiempo, y el cuartito en donde estábamos nosotros, que era desordenado y desprolijo.

Él me llevaba los días que no tenía clases, algún feriado o algún sábado, yo iba al colegio a la tarde así que los días que iba con él era toda una aventura para mi porque me levantaba temprano, en invierno él me envolvía en su campera para que no tenga frío y yo sentía que conocía uno de los misterios del mundo porque estaba en la calle cuando todavía el sol no había derretido la escarcha de las veredas.

Llegábamos y encontrábamos a mi abuelo, que trabajaba como sereno, esperándonos para irse a casa, ya casi en la vereda y con la bicicleta lista para emprender el viaje de vuelta.

Lo primero que mi papá hacia era poner la pava para tomar unos mates, si el día estaba lindo los tomábamos afuera, en la vereda, al sol. Yo me estaba iniciando como cebadora oficial de mate, los primeros eran fuertes y muy amargos o muy dulces, los que seguían eran tibios, lavados, completamente asquerosos, pero igual los tomábamos, pero igual él me decía que eran ricos. Después jugaba a mi juego favorito del lugar, me sentaba en el escritorio y tocaba todo, abría los cajones y los revolvía hasta el fondo, y hasta a veces era yo la encontraba cosas que mi papá ni sabia que tenia o que creía que había perdido, y estaban escondidas en el fondo de algún cajón. Sobre el escritorio se posaba mi obra artística, una botella de vidrio con tiza molida de colores adentro, que había hecho yo y que le ponía color a ese lugar tan sobrio, también colgaba en alguna de las puertas un angelito de tela que había hecho yo en la casa de mi abuela. A veces me iba con la vecina, o a veces jugaba con chicos de la cuadra. Almorzábamos algo rico, mirábamos Bonanza, y así se me pasaba el día, hasta que llegaba Cesar o Lucho y nos volvíamos a casa, son días que nunca me voy a olvidar, son olores que me quedaron para siempre grabados en el olfato, que lindos eran los días con mi papá!

martes, 10 de junio de 2014

Alas de Mariposa


"Almendro en Flor"
Vincent Van Gogh

- Tu silencio como el abismo, al que siempre voy a querer saltar -

Para despedirnos decidimos bailar juntos un último vals.

Sobre nosotros había un techo de aire, alas de mariposa y hojas secas. 
Tus palabras se anclaron en mi espalda,
atravesaron mi vestido y me acariciaron el alma.
Afuera todos los ojos cantaban. 
Aquí, tus pestañas me rozaban la cara.

La nena de cachetes rosa juega con sus enaguas. 
Mamá, ¿hoy si puedo ensuciarme un poco la cara?
Ven aquí mi niña, déjame limpiar tu espalda,                                                        
¿por qué vas por la tierra arrastrando los boleros de tu falda?

Enjuagamos nuestras sonrisas en vajilla de porcelana, 
dejamos que sobre nosotros el tiempo volara.                                                                          
Amor, mi amor, 
¿por qué tienes la nariz tan fría?
Amor, mi amor,
¿En tus ojos quedará un poco de sol mi vida?
Amor, mi amor,
Baila conmigo mía, que quizás, si no cerramos los ojos
se olviden de nosotros los nuevos días.

lunes, 2 de junio de 2014

ME ESTAN CRECIENDO PELOS EN EL CUERPO

Hoy escribe Corina Bistritsky.


MARY CASSATT
"Verano" 

Me están creciendo pelos en el cuerpo. No se sienten, van saliendo de a poco. Las piernas no, las piernas no me están creciendo. Las manos, a veces no sé dónde ponerlas. Ahora me quedan incómodas. Me miro la cara en el espejo y descubro novedades, algunas me gustan… Me están saliendo montañas en el cuerpo y me están doliendo, pero me gustan. En la calle, algunos me las miran y yo, sonrío. En algunos momentos del día, me rio descontroladamente, sin parar. En otros, me dan ganas de llorar, y entonces…lloro. Hace poco duré 2 horas. Mi mamá me preguntó por qué y no supe qué responderle. Es que siento como si mi cuerpo estuviera todo el tiempo con mil turistas caminando sobre él, recorriéndolo, transformándolo… Para distraerme, mi madre quiso mostrarme las fotos del viaje que hicimos a Disney hace unos años le dije que no hacía falta, que mi cuerpo se estaba convirtiendo en el parque de diversiones. Tengo todas las montañas rusas adentro.


Corina Bistritsky