jueves, 2 de octubre de 2014

VERDE VERDAD

"El hijo del hombre"
René MAGRITTE

- Hay placeres que no deberían compartirse, como ir al cine, al teatro … o a la pileta -

Durante cinco minutos, no podíamos parar de pensar … 
ni de escribir.

Me siento en la última mesa del bar. Hay algo en ese rincón solitario que me parece absolutamente irresistible; lo escojo entre todos, entre todos los rincones solitarios de este lugar empachado de posters noventosos y música electro pop. Mi mesa es amplía, tiene un frasquito de azúcar voluptuoso y un arbolito en el centro que brilla de lo verde verdoso. Verde manzana, verde verdad. El sillón tiene un patrón de mapamundi y suena –puff- cuando me siento; lo hago una y otra vez, puff, puff, puff. Detrás mío ladrillos rojos, una pared completamente desnuda apenas cubierta en los extremos por un telón de terciopelo bordó y un cuadro vulgar de una chica que grita y sostiene una corona de diamantes en su cabeza. Pienso en Andy Warhol y en el teatro isabelino. “Parting is such sweet sorrow that I shall say good night till it be morrow”. Al lado mío un hombre de ojos negros y pantalones de pana.  Lee algo que no alcanzo a distinguir. Son fotocopias empastadas. De vez en cuando ríe, lee, ríe de nuevo, subraya algo en las páginas y sigue riendo. Son las tres de la tarde y el silencio amenaza con desaparecer a un ritmo violento. Es la multitud. Eureka. Un chico de rulos y pantalones ajustados entra caminando por la puerta de vidrio como si bailara un tango, a su lado un chico de tatuajes y mohawk afilado que va gritando sin mesura sus recuerdos de una fiesta clandestina, agita sus manos, de arriba a abajo y de manera espasmódica, por un momento todo se detiene, - qué lindo, tiene ojos azul menta-. Detrás suyo una pareja de fisiculturistas, entran riendo con festejo escandaloso, sus músculos brillan bajo las lámparas amarillas; brillan, they shine, they´re made of sparks.  Al fondo los extranjeros,  charlan en una lengua intermedia, casi ininteligible, aquello no es ni norte ni sur pero a nadie le importa. Gesticulan en exceso y cada tanto se detienen a tomar el café. Su calidad de extranjeros se revela con ternura en la suela molida de sus zapatos. Quiero levantarme y darles un abrazo. UN LAPSO. Suena Katy Perry. 

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